nunca antes me había ocurrido el cambiar de un estado a otro con tanta rapidez. del nerviosismo y preocupación, al más absurdo y estúpido sentimiento de perder el tiempo a cada hora de reloj que pasaba.
no soy propensa a escribir hechos puntuales de mi vida, pero hoy lo requiere:
el sábado pasado me tiré gran parte de la noche en urgencias, esperando a que alguien nos atendiera. (nota mental: sábado de puente en aragón: la precariedad se hace protagonista y se instala y expande en dicho habitáculo)
para empezar, si eres "desplazado", no sé qué clase de alineación planetaria se confabula contra nuestras personas, pero entonces tienes que esperar eternamente a ser atendido, y como "favor personal" te atiende un R1 que lleva un mes en urgencias y desconoce el mecanismo de un tensiómetro. muy rico.
pero lo mejor de todo, es ver que, lo que antes sucedía en una estación vieja y sucia de autobuses, ahora tiene lugar en la salita de espera de urgencias:
los borrachos campan a sus anchas por ella, beben sus donsimones, FUMAN sus cigarritos y vocean constamente, sin que un celador o una persona de seguridad haga nada, tan sólo limitarse a decir "es habitual aquí" y encima le saquen una camillita para pasar la mona de la mejor manera posible.
en la imagen podemos observar, en un segundo plano a la izquierda, un señor borracho, aunque eso sí, no dio ni una guerra, durmiendo.
y en primera plana el protagonista de la velada. cuando le quitaron su donsimon y su cigarro, se acomodó en los reconfortantes asientos de la sala de espera, ya que "no quiso" hacer uso de la camilla que un amable celador le ofreció. y a dormirla!
menos mal que al final compensa la situación cómica y absurda de la que fuimos espectadores que la causa en sí por la que estuvimos allí!